Militancia Social

Ponencia de la autora en la mesa redonda ¿Hacia dónde van las asambleas?.

Integrada por Rafael Bielsa, Tato Pavlovsky y Cristina Feijóo.

Gör inte om vara misstag (No cometan nuestros errores).

Cristina Feijóo: Militante por siempre

Por Nora Corral, Revista nuevo parhadigma. (Fuente)

Nora Corral: ¿Era muy caótico en las Asambleas?

Cristina Feijóo: Era caótico, porque en las asambleas convivían distintas expresiones de la sociedad: los partidos políticos de izquierda, viejos militantes de los setenta como yo, jóvenes estudiantes, amas de casa, trabajadores que se acercaban en una búsqueda indeterminada de repudio, sin saber bien qué era lo que iba a salir de las asambleas, ni siquiera qué fenómeno era este que nos impulsaba a debatir en las calles.

Durante los primeros meses se intentó dar alguna forma de organización a ese gran movimiento. Había unas ciento cincuenta asambleas en la Capital Federal, varias decenas en el interior del país, en el Gran Buenos Aires otro tanto. Hubo un intento de dar alguna forma de organización de las asambleas, de encontrar puntos de lucha en común. . Entonces se formó, en esa etapa, la Comisión Interbarrial. La interbarrial se reunía en el Parque Centenario una vez por semana, con delegados de todas las asambleas: Cientos de personas participaban en debates que duraban larguísimas horas.

Se suponía que cada asamblea mandaba delegados. Ahora, esto no significó más que conflictos, porque cada asamblea discutía sus asuntos y elevaba sus propuestas, y en cada reunión de la Interbarrial se aprobaban 85-90 propuestas de las distintas Asambleas: se aprobaban marchas todos los días, al Congreso, a la Corte Suprema, a la Legislatura de la Ciudad, movilizaciones a diestra y siniestra, escraches a diputados, a senadores, a ministros, a represores, a Bancos, de tal modo que era imposible seguir ese programa. Era un programa basado en movilizaciones, agitación y demandas constantes. Demandas mágicas, como que renuncie la Corte Suprema, que se abra el corralito, que los Bancos restituyan el dinero de los ahorristas, que renuncie todo el Parlamento.

NC: “¡Que se vayan todos!”

CF: Exactamente. Era un programa imposible. A la vez había dos tendencias en las asambleas. Una, que se guiaba por la gran aspiración de los partidos de izquierda, que era la toma del poder del Estado. Esta tendencia se basaba en la movilización y la agitación permanentes con consignas extremas, que se vaya éste, que renuncie el otro, todo el poder al pueblo. Y había otra tendencia que pugnaba por restablecer las redes destruidas del tejido social a causa de la demolición del país. A esta segunda tendencia se la denominó autonomista, ya que estos militantes sociales se declaraban autónomos de todo poder, el del Estado, o el poder dentro de un partido político. Esta corriente, a la que yo adhiero, trataba de echar raíces en el barrio, de trabajar en la solución de las necesidades de los vecinos: los problemas que se producían en las escuelas por la crisis, los chicos que se desmayaban de hambre, los graves problemas en la salud por la falta de medicamentos, de insumos, la falta de comida, de trabajo. El Estado había colapsado y se trataba de crear redes solidarias, hacer ollas populares, comederos, dar respuestas al hambre. Era una situación de tal caos que una parte grande del movimiento de asambleas estaba creando redes de modo de tomar a cargo las cosas de las que el Estado se desligaba. Lo hacía la misma comunidad, espontáneamente, a través de sus organizaciones de base, y hasta lo hacían vecinos sin ninguna participación social y que salían en aquellos momentos en ayuda de los necesitados.

En aquellos momentos los partidos de izquierda y los autonomistas convivíamos en las asambleas con mucha confrontación interna. La izquierda partidaria se oponía al trabajo social de base, catalogándolo de “asistencialista”. Estas dos tendencias fueron creando grandes tensiones, hasta que se produjeron las rupturas. Para aumentar el caos, en algunas Asambleas en que había varios partidos de izquierda, los partidos se disputaban unos a otros la supremacía. Durante el 2002 se produjeron rupturas en las Asambleas, ya que la convivencia se había vuelto imposible en muchos casos. No se encontraba la manera de convivir, de que una tendencia no frenara a la otra. Hubo casos excepcionales de asambleas en que siguen conviviendo partidos políticos y vecinos que no pertenecen a partidos políticos, pero la mayoría de las asambleas se fraccionaron.

NC: Supongo que la gente no veía resultados inmediatos al estar en medio de estas peleas. ¿No había acción directa?

CF: Había acciones directas. Hubo muchas movilizaciones durante 2002, algunas con acciones directas, pero muchos vecinos se fueron retirando de las asambleas porque no veían que eso plasmara en avances concretos. A la vez, a fines de 2002 lo que empezó a verse con nitidez fue el trabajo que se había empezado a principios de ese año, de trabajo en comisiones. Éste fue un trabajo fructífero. Un ejemplo de esto lo constituye la Comisión de Privatizadas, un ámbito que funcionaba regularmente, en días fijos, y que reunía a representantes de distintas Asambleas y de otras organizaciones de base, en un movimiento transversal, la primera experiencia seria de transversalidad que hicieron las Asambleas. Esta comisión trabajaba exclusivamente el tema de las empresas públicas que fueron privatizadas en los años noventa: teléfono, gas, luz, agua, trenes, correos. No sólo habían sido privatizadas fraudulentamente, sino que habían cobrado las tarifas “más caras del mundo”, como solía decirse, girando fuera del país miles de millones de dólares e incumpliendo sus obligaciones de inversión. Llegaron al extremo de pedir préstamos en los bancos locales para girar ese dinero a sus casas matrices en Europa. Desde luego, cuando los Bancos impusieron el corralito, esas deudas de las empresas fueron estatizadas y pasaron a engrosar la deuda externa argentina. La pelea de la Comisión de Privatizadas fue intentar que se cumpliera con la ley duhaldista de emergencia nacional, que impedía el aumento de tarifas a menos que se renegociaran todos los contratos. Primero había que estudiar si las compañías privatizadas cumplieron con los contratos, con las obras que debían hacer por contrato, con el mantenimiento, y después estudiar el aumento de tarifas.

Hubo un largo período de lucha permanente: si aumentaban las tarifas sin estudiar las concesiones o si no aumentaban. Se logró frenar el aumento de tarifas porque la Comisión de Privatizadas reunía unas cuantas organizaciones de base, trabajaban juntas las Asambleas, la Defensoría del Pueblo y otras organizaciones de base, organizaciones vecinales, populares y en las audiencias públicas se lograba frenar el aumento. Teníamos ahí una experiencia concreta de cómo trabajar, una manera ordenada de trabajo.

Después de este proceso de rupturas de las Asambleas populares, las Asambleas Autónomas empezaron a reunirse por su cuenta, con una gran convocatoria. Aquí, naturalmente se fue tomando como eje el método de trabajar en comisiones temáticas. Había quienes trabajaban con los cartoneros, consiguiendo vacunas para los cartoneros, haciendo ollas para los cartoneros, trabajando todo el tema cartonero. Otros compañeros se dedicaron a la defensa de los espacios públicos, frenando la venta de los pocos espacios verdes de la ciudad a grandes corporaciones constructoras de shoppings, o de complejos habitacionales tipo barrios cerrados. Se creaban comisiones para trabajar en temas específicos, y surgieron la Comisión de Cartoneros, la Comisión de Salud, La Comisión de la Ley de Comunas, de Defensa de los Espacios Públicos. Lo que pasó a fines del año 2002 es que las Asambleas estaban ya trabajando por ejes temáticos. Es decir, de esa gran burbuja de fermento vivo que habían sido las Asambleas, en las que se disparaban todos los temas, empezaron a plasmar en proyectos concretos ligados a temáticas propias, exigencias al Estado, tratando las necesidades del barrio. En mi caso, la Asamblea en la que yo milito y la Asamblea vecina, creamos una cooperativa para comercializar productos de las empresas recuperadas. Fueron consolidándose así en las Asambleas proyectos concretos. Yo diría que esta situación sigue prolongándose en el tiempo, con algunos problemas irresueltos, como el gran debate sobre la democracia directa, el desafío de encontrar formas de delegación, formas de articulación entre las distintas asambleas. En las Asambleas autónomas hay mucho rechazo en nombrar delegados Las Asambleas nacieron con una fuerte demanda de horizontalidad y no se quiere romper con ese ideal de horizontalidad, que se ha fetichizado. Hay mucha resistencia a debatir esto. Aunque desde luego se percibe que no tenemos mecanismos para juntarnos y accionar en conjunto ante situaciones acuciantes. Entonces está ese debate pendiente.

NC: ¿Cuál es el miedo real ante la idea de siquiera debatir la ‘democracia directa’?

CF: El miedo es el miedo a la verticalidad, a reproducir otra vez las formas de una representación política que se rechaza. Si vos delegás en otro tu voz corrés el riesgo de que esta persona haga lo que quiera con esta delegación. Entonces no se puede avanzar en ese punto, hay mucho temor. Han existido propuestas de delegaturas parciales, acotadas, rotativas, pero no se ha avanzado mucho en ese sentido.

NC: En su asamblea, Barrio Nuñez, ¿Existe esta horizontalidad?

CF: Sí, en la mía sí. Somos todos autonomistas pero los conflictos no están ausentes, y la causa reside en esta ausencia de debate sobre los significados de la ‘democracia directa,’ en particular sobre el concepto de horizontalidad. Hay quienes creen que la horizontalidad iguala automáticamente todas las opiniones. Hay quienes creémos que el igualitarismo toma validez si está basado en la responsabilidad propia y el respeto al trabajo del otro. Sin estas dos premisas esta horizontalidad es horajasca, charlatanería de café. Es moralmente inadmisible que haya asambleístas que impongan que se realicen determinadas tareas y después esquiven el bulto al trabajo, dejen que esas tareas las hagan otros. Puesto que nadie representa a nadie, entonces todo vale. Me parece que hay un debate que dar y hay mucha resistencia a dar ese debate.

NC: ¿Cada cuándo se reúnen? y ¿Cuáles son los logros obtenidos más importantes?

CF: Nos reunimos una vez por semana, los lunes. Esta Asamblea centró su trabajo sobre la economía solidaria. Hubo una experiencia inicial de bolsas comunitarias, que se inició cuando no había escasez de dinero, para abaratar costos. Como había en cierto momento muy poco dinero en la calle, se compraban las verduras en el mercado central porque salían más baratas y se repartían las bolsas. Pero después eso tomó desarrollo propio y en nuestra Asamblea se creó una bolsa comunitaria que contenía productos de las fábricas recuperadas por los obreros y productos de emprendedores barriales. Vecinos que se habían quedado sin trabajo y se habían puesto a recordar sus saberes, y a usarlos, se hacían mermeladas, pan, productos de limpieza, y después incluimos las hortalizas que comprábamos a cooperativas agrarias. Al principio comprábamos hortalizas producidas con fertilizantes y pesticidas, pero luego, en la medida en que avanzábamos en el proyecto y en la conciencia, vimos la necesidad de un mejor consumo, un consumo responsable, con productos ecológicos, sin agroquímicos. Entonces fuimos tomando contacto con agricultores que trabajaban sin agroquímicos. Esa experiencia de bolsas comunitarias se mantuvo durante muchos meses, varias Asambleas y vecinos se juntaban para hacer los encargos, para organizar cómo buscar los pedidos, dónde repartirlos. De esa experiencia nació la idea de nuestra cooperativa, que nació fundamentalmente porque al estar las bolsas comunitarias fuimos viendo las realidades que tienen las empresas recuperadas por los obreros, los productores agrícolas y los productores barriales, que comparten la dificultad común de vender los productos, de comercializarlos, con la falta de experiencia que ellos tienen en este rubro. Fue entonces que se nos ocurrió la idea de crear esta cooperativa para comercializar estos productos.

Este proyecto tuvo posibilidades de nacer, por así decir, gracias a la ayuda internacional de argentinos residentes en el exterior, preocupados por lo que estaba sucediendo durante los peores momentos del derrumbe social. Nos donaron una pequeña cantidad de dinero Nosotros elaboramos el proyecto. Como esa cantidad era verdaderamente poca, pedimos a fundaciones y logramos sumar unos pesos más, como para iniciar el proyecto de la cooperativa.

NC: Entre los organismos o fundaciones internacionales que están ayudando este proyecto ¿Quiénes se encuentran?

CF: Naomi Klein y Avi Lewis se interesaron en el proyecto y a través de la fundación Fences &Windows, que apoya proyectos autonómicos en el tercer mundo conseguimos mil dólares. También nos apoyó la Fundación holandesa X-Y, y el grupo de traductores de ZNet al español del cual yo formo parte. Una antropóloga amiga mía, norteamericana, donó una suma de su bolsillo, y así fuimos sumando.

NC: ¿Cree que la entrada al gobierno de Kirchner es esperanzadora?

CF: En realidad este gobierno ha levantado la agenda del movimiento social. Todos los pasos que ha dado son reivindicaciones del movimiento social Queda todavía el gran tema, el tema definitorio de la pobreza, de la desocupación, pero sobre todo el injusto reparto de la riqueza. Este es el punto que va a mostrar si esta política se contrapone a la política del modelo neoliberal o no. Pero los pasos simbólicos que el presidente ha estado dando han sido sumamente importantes en cuanto a restauración de los poderes del Estado, la transparencia, el juzgamiento de los militares. Eso es esperanzador. En cuanto a las Asambleas, están desconcertadas y debilitadas por el nuevo fenómeno, no saben muy bien, me parece a mí, qué camino adoptar ahora. Yo personalmente creo que hay un espacio grande para el trabajo de las Asambleas porque se abre un espacio fértil para el trabajo de base, un trabajo contracultural que no se vería seriamente obstaculizado. Podríamos trabajar con mayor libertad, sin fuertes amenazas y sin sufrir la represión que había antes. Siempre es un juego de ida y vuelta la represión, que es lo que la derecha busca y obtiene por momentos, pero creo que tendríamos un cierto respiro. Lo que no se termina de definir es la posición que tomará el grueso de las Asambleas respecto del gobierno de Kirchner, ¿se van a apoyar las medidas?, ¿se va a dar un apoyo crítico?, ¿se va a ignorar lo que hace el Estado?, o se va decir “esto no tiene que ver con nosotros.” Es un tema en el que recién ahora están apareciendo definiciones en el movimiento social, y como las posturas son diversas, surgen inevitables divisiones.

NC: En cuánto al juicio de los militares, de qué opinión es: ¿Que se los juzgue en España ahora que han sido requeridos por el Juez Garzon?, o ¿se los debe juzgar en la Argentina?

CF: Yo preferiría que sean juzgados en el país. Creo que sería importante para la sociedad deshacernos de la sensación de impunidad que nos persigue desde hace décadas. Es muy importante que la sociedad perciba que hay justicia, que la sociedad viva el procesamiento de los genocidas como un acto reparatorio, porque es devastadora la percepción social que resulta de la última década de que hay dos clases de justicia: una para los ricos y poderosos y otra para los pobres. Los ricos y poderosos delinquen pero no van presos, el ladrón de gallinas obtiene la cárcel o la muerte. Ningún país puede funcionar sin justicia. Es imposible que se hable de democracia si no existe justicia. Por eso creo que los militares ser juzgados aquí. Si fueran juzgados en el exterior y condenados, estaría bien, pero no sería un acto de reparación del Estado argentino para con sus ciudadanos, ni para con su historia